Eros, Ethos, Logos y Mythos en la escultura de Paco Pardo
Todo empezó una tarde. Hablábamos sobre la palabra tótem. Observaba su obra y me llamó la atención el título de una de ellas: Tótem. ¿Por qué tótem?, me sugiere una idea de fuerza, -dijo-.
Las palabras, una tras otra, salían de nuestras bocas. Nuestras elucubraciones se prolongaron durante horas esa tarde y algunas tardes más. No cabe duda de que lo que teníamos que decir nos interesaba. Yo quería saber más acerca de su obra. Quería escribir algo sobre lo que me sugerían esas esculturas tan verticales que abundan en su trabajo. Él, por su parte, estaba sorprendido. La interpretación que yo hacía de sus creaciones le atraía y le gustaba, pero nunca se le había ocurrido verlo así. Entonces llegó lo que algunos llaman la hora de la verdad, expresión taurina cuando el hombre y el toro se enfrentan, y tan usada cuando nos enfrentamos a otros “toros” en otras “arenas”. Él buscaba la horizontalidad -de ahí el nombre de ryzoma que da a sus blogs, páginas webs… lo hace extensible a su vida cotidiana.
Le gustaría un mundo sin estratificación social, una sociedad igualitaria. Pero no es así el mundo ni cree que pueda llegar a serlo, al menos hoy por hoy. Sin embargo, sigue indagando, ensayando, intentando algo que no sabe cómo definir bien y lo simboliza con el ryzoma -con y griega para diferenciarlo del rizoma botánico de donde tomó la idea inicial por su semejanza al crecer en horizontal- .
Su obra es siempre un nuevo experimento. Experimenta con materiales y formas pero, tengo que comer, tengo que criar a un niño, vivimos de esto … Llega la hora de la verdad. Se impone. El cliente impone límites a la creación del artista y el resultado es un hibrido entre lo que quiere el que paga y lo que quiere, o desea expresar, el que lo ejecuta; en este caso, paco pardo de ryzoma.
Bien, pero a mi ryzoma/igualdad/horizontal y tótem/fuerza/vertical me dan qué pensar más allá de nuestras elucubraciones y de las verdades a las que nos lleva el tener que comer todos los días. Pienso, entonces, en la verticalidad como tal, estrictu sensu. Consulto en el diccionario de J. Corominas y J.A. Pascual, encuentro:
[Aut.], vértice… vertical… verticalidad… vértigo… “palabras relacionadas con “girar” “hacer girar” “cumbre”… Y yo me pongo a gritar cuando leo: “vertex-icis: polo en torno al cual gira el cielo”. Entonces en mi mente se dibuja un palo largo y muy alto. Lo sitúo en vertical y encima de él un plano redondo, el cielo girando y girando. Juego con las palabras tan feliz, como si hubiera descubierto la piedra filosofal. Y cómo, con mi amigo Paco, con su ryzoma y su tótem me veo yo ahí dándole vueltas al plato encima del palo, como hacía con el plato y el palo de juguete hace muchos años. Para no marearme, paso página y sigo mirando, observando sus esculturas. Unas, está claro, son realizadas con el ojo puesto en el vender. En cumplir un encargo por el que va a cobrar y con ello va a comer todos los días durante un tiempo.
Pasado un rato, invierto el orden de mi búsqueda -busco algo más que el objeto vendible- y comienzo a ver obras del pasado. Obras de años atrás cuando o no comía, o comía de otra cosa; porque en ellas no se refleja el impedimento o distorsión que sufre la obra del artista cuando la ejecución debe ajustarse a las indicaciones, requerimientos y querencias del contratante, del que paga.
Es curioso, pero las obras que encuentro no son, a mi juicio, tan dispares. Puedo decir que las mayores diferencias entre las obras/encargo y las obras/no encargo se encuentran en un logotipo puesto donde más se ve. A pesar del pedido, el artista consigue amoldarlo a su estilo y a su idea básica, la que repite y repite en su obra : la verticalidad, la fuerza de la palabra tótem… La fuerza que a él le hace sentir esa palabra. La fuerza creadora. La que da vida. Es una idea muy próxima a la idea de verticalidad/masculino. Opino que se trata de una potencia rotunda que él atribuye al emblema así llamado por los Ojibwa o que a él le sugiere ese término. La boca parece llenarse cuando se pronuncia. Una sensación de robustez y aliento vital fundidos en ese sonido con vocación de verdad.
La palabra evoca una multiplicidad de significados que no se agotan con el término lingüístico, con la imagen altamente significativa y que podríamos decir universal, si atendemos a su forma fálica. La palabra va más allá cada vez que el artista vuelve sobre la misma idea en otras esculturas; con nombre más o menos diferente como: Tótem Solar, Babel, bosque… Subyace en todas ellas, la idea de trascendencia, de elevación hacia el cielo, de obstinación por cruzar las fronteras que impone el mundo visible y observable. Propósito que se materializa por oficio y se logra por la perseverancia del escultor.
Ensaya con formas planas, con formas redondas, estilizadas, dobladas… Crea ventanas de contornos cuadrados e interiores antropomorfos con la intención de mirar de fuera hacia adentro. Imagina formas que arranca a la mole de piedra bruta, deforma la plancha de metal que tuerce y retuerce, atraviesa plásticos y maderas con un clavo de hierro, modela concavidades cerámicas, crea formas redondas o semiesféricas que se mantienen en equilibrio permanente por sí mismas, contrastan estas piezas con otras de sección cuadrada o rectangular de hirientes aristas. Combina de forma tal ambos opuestos, que consigue armonizar, por contraste, círculo y cuadrado juntos en una misma pieza. Logra diseños cruzados: entre la línea curva y la línea recta, entre el volumen y el plano, entre la dirección horizontal y la dirección vertical.; que se dirían pensados para representar la Creación, con mayúsculas. Paco Pardo parece jugar a crear encrucijadas. Encrucijadas en el sentido que lo exponen los Historiadores de la Religión, estudiosos que han pensado largo y tendido y escrito mucho sobre el tema. Hombres a los que les fascinó la idea de lo sagrado y de lo profano, la vida religiosa del hombre arcaico y del hombre moderno.
Planta su escultura en el suelo, cual poste o axis mundi que enlaza los tres niveles cósmicos. La estatua construida como expresión de la idea de fuerza transcendente que Paco llama Tótem, que, sin que él sepa cómo ni porqué, lleva tan adentro de sí mismo. El Tótem, en estas esculturas, es una palabra que hace honor al elemento vertical. La obra resultante es un monumento a la verticalidad.
Esa rigidez de la perpendicular quiere serlo un poco menos en algunas ocasiones, y se camufla en forma de árbol. Se oculta tras la apariencia de volúmenes menos rígidos pero no con menos vocación de ascenso, de elevación hacia lo alto; axis mundi de nuevo, eje que clava sus raíces en la tierra y sube al cielo, a la morada de los dioses. Imagen que nos recuerda a otras famosas y sagradas como el árbol de la vida, el árbol del paraíso o el árbol de la ciencia Simula en ocasiones un bosque con cinco árboles. Le gustan los números impares. Elementos y número muy sugerentes para cualquier estudioso de estos temas sobre simbolismo y mitologías.
Una obra acabada que transmite sensaciones de inagotable fuente de vida, de equilibrio, de abstracción, de trascendencia. Todas ellas se aúnan, ordenadas, cual discurso vivo, voz que se alza en el ambiente. La inspiración podríamos decir que la lleva puesta, de su numen escultórico surgen grandes bloques con espacios vacíos que su disposición configura, estátuas de bulto redondo, árboles, postes de piedra o de acero, bosques, recipientes, y hasta lápidas funerarias. Asunto este último que ahora mismo le interesa más que exponer. Le interesa el contacto humano, hablar con la persona que le encarga la obra. Encargo que tenga que ver más con el sentir de la vida, del amor, del recuerdo o del monumento al ser querido. No en balde de vida y de muerte se compone su obra.
Oculto en las profundidades del mare-magnum que contiene este artista permanece un pensamiento mágico. Pensamiento que emerge, cruza la superficie del agua inquieta, se yergue hacia un cielo azul con vigor que se quiere universal y eterno. Arrancando de las profundidades de la tierra firme, impresiona. Así, cual poste sagrado, surgen en la obra de Paco Pardo, una y otra vez esculturas verticales para las que elige nombres como Tótem. Palabra que él se le antoja idónea para expresar esa fuerza que quiere representar. fuerza creadora de vida y de cosmos, fuerza que quiere ir más allá del mundo y de la vida ordinaria para fundirse con lo eterno. Ese algo que él llama Tótem y que a mí me recuerda tanto a lo que nos han enseñado autores como Rudolf Otto y Mircea Eliade, por ejemplo. Que me hace pensar una vez más en la idea del hombre moderno y el hombre arcaico. El hombre que vive en lo sagrado y el que se quiere a-religioso. En esas ideas de “vuelta al paraíso”, en la hierogamia sagrada... En los símbolos del axis mundi, el árbol de la vida, el árbol de la ciencia… los zigurats, la torre de Babel… nombres y formas que se repiten en la obra de este escultor incansable. Un hombre que sigue buscando dentro de sí mismo sin dejar de observar, de mirar y ver el mundo que le rodea.
Paco me habla de “fuerza” más y más. Hablo con él hasta entender qué es para él esa “fuerza”. Su discurso se me revela como lo ganz andere de Otto, historiador. Lo que dice y lo que hace me recuerda también a otros artistas que buscaban ese «paraíso perdido» allá por la época de las Vanguardias. Cuando trabaja la piedra, el metal, la madera, la tela… cualquier material que él estime conveniente, sus manos se mueven para expresar ese ganz andere que tiene en su mente, en su ser entero, y materializarlo con formas más o menos abstractas, más o menos encubiertas.
Concepto versus ejecución movidos por un anhelo de trascendencia que a mi se me antoja como deseo de algo más allá de lo físico, de lo terrenal; algo más sutil que raya con lo espiritual, que yo identifico como potencia creadora del artista y como potencia vital del arte.
Él sigue hablando y en su discurso, tanto como en su obra, descubro al hombre que desea la transcendencia de la que vengo hablando, al hombre que desea la libertad y que desea encontrarlas en el arte y expresarlas esculpiendo.
Hablamos de la “sacralidad” en el arte en general y en el suyo en particular. Hablamos y hablamos; no paramos, no pararíamos de hablar. El tema nos engancha y una secuencia de frases hilvanadas, como una cadena larga nos ata. Suena el teléfono, tiene que cortar la charla, pero no lo hace. El teléfono sigue sonando. El perro empieza a ladrar… éste ya nos interrumpe más. Ladra con fuerza. Se mete en la conversación. Tenemos que cortar, sigue sonando el teléfono, lo coge: es un cliente. Ya es mucho: perro, teléfono, cliente… Dejamos la conversación para otro día. La realidad, esta otra realidad, se impone. “hay que comer”, “comemos de esto”, lo sé y porque lo sé corto la entrevista, dejamos la charla con risa que se resiste a ceder, pero que, humilde, cede. Sabemos que un cliente es un cliente. Hasta el mundo del arte, del arte de hoy, se arrodilla ante el dinero. Paco se revela. No quiere eso. Llegó al arte buscando la libertad, la igualdad. No lo encontró. Pero, a pesar de todo, con ilusiones y desilusiones varias, se mantiene. La encrucijada resurge. Llega con voluntad de no dejarnos cerrar la conversación. Ante nosotros un nuevo cruce de caminos: ¿comemos o hablamos? Optamos por comer. Así también se cruzan, se nos cruzan arte, libertad, placer y sus opuestos que son los que más a menudo configuran nuestra existencia.
Articulo publicado por Concha Reviriego en su Blog de antropologia : http://conchareviriego.blogspot.com/ el 5 de Enero del 2011